Saturday, October 06, 2012

El hombre y la verdad (Zubiri)

Hace ya algún tiempo me leí un pequeño libro del maestro Zubiri, titulado "el hombre y la verdad".


Intentaré hacer un resumen del mismo a partir de algunas notas que tomé en su día, y agradecería aportaciones y, sobre todo, correcciones, pues se me antoja que no realicé un análisis en exceso sistemático y pormenorizado del mismo.
¿Qué es la verdad?, se preguntó Zubiri, y para responder dicha cuestión nos ilustró con las respuestas dadas por algunos autores:

Parménides: "Verdad es lo que es". El filósofo griego identificaba ser= verdad.

Platón: La verdad es la rectitud. La verdad pasa a considerarse, pues, un juicio, es decir, podrá ser o no ser.

Aristóteles: La verdad consiste en que sea cierto lo que se dice. Apela, como Platón, a un juicio, pero que ha de ser lógico.

Sto Tomás: La verdad es la conformidad o adecuamiento con las cosas. La verdad será ontológica y será auténtica cuando los atributos de los que está hecha también sean auténticos.

La verdad, hasta Sto Tomás, se definió, pues, como conformidad del pensamiento y del juicio objetivo sobre las cosas.

La verdad podrá ser, por tanto, atributo del pensamiento y atributo de las cosas.

Kant: Aceptará que la verdad lo sea respecto al atributo de las cosas, es decir, cuando no haya discrepancia entre una cosa y lo que digamos sobre ella, pero señalará un problema al considerar la verdad como atributo del pensamiento.

Problema planteado por Kant: ¿El pensamiento está de acuerdo con las cosas porque éstas se reflejan realmente en nuestos juicios? ¿O el pensamiento está de acuerdo con las cosas dependiendo de la dirección de nuestro entendimiento (subjetividad)?
La verdad transcendental será, pues, una verdad puesta, o impuesta, por el hombre mismo, ya que se ha conformado a través del entendimiento.
La verdad de Kant se apoyará en la inteligibilidad, en los actos del entendimiento humano, pero obviará los atributos (Objetivos) de la propia realidad.

Mis conclusiones:


Zubiri reivindicará el papel de la realidad, y para ello definirá la inteligibilidad (los actos intelectivos) no sólo como juicios propios de la razón y la lógica (el entendimiento subjetivo kantiano) sino también como actos volitivos y experiencias emocionales (inteligencia sentiente)
Así, la verdad vuelve a encontrar su coincidencia con la realidad, porque la realidad, tal cual la percibimos, es fruto de la racionalidad, no sólo lógica sino también emocional y volitiva.
Hasta llegar a Zubiri se había asociado exclusivamente racionalidad con razón, cuando la racionalidad de los seres humanos es mucho más; es un atributo de la inteligencia para descubrir y aprehender la realidad a través de diferentes vías:
- Vías lógicas y cientifistas.
- Vías místicas y religiosas.
Todas las vías, en tanto que racionales, se valen de actos intelectivos a través de los cuales se puede llegar a hallar la verdad a partir de la aprehensión de la realidad.

Zubiri, por tanto, romperá con la tradición cientifista o lógico-racional occidental que, hasta entonces, consideraba que la verdad de la realidad solo podía ser aprehendida (inteligida o representada) en nuestra mente través de la razón entendida como lógica (Aristóteles).

Humanismo y domesticación.

¿Qué es verdad? Podemos concluir como verdadero a aquello que ES. Un ente es verdadero porque permanece constante y se mantiene inalterable a la percepción de nuestros sentidos, pudiéndose concluir, de acuerdo a la conformidad de nuestra mente (idealismo kantiano), que dicho ente ES. Pero ¿cuál es el fundamento o la razón del SER que posibilita la existencia o que la cosa (el ente) sea?
¿Cuál es el sentido del ser?
Heidegger demuestra que el hombre (Dasein) no puede considerarse a sí mismo fundamento del ser, pues su existencia es finita y, además, es arrojada a priori. El Dasein, a lo sumo, es el pastor del ser, lo cuida y se pregunta por él. Así, el hombre no sería el centro de todas las cosas, ergo no podría ser un Dios para sí mismo (pretensión del humanismo).
¿Cuál es el SER, entonces, que posibilita la existencia del Dasein y que le permite "ser en sí" y "ser ahí"?
¿Acaso Dios?
Heidegger postulará en su época tardía que lo verdadero, o esencia del SER, es la libertad. Pero no se referirá a la libertad (libre albedrío) que podrá ejercer el Dasein para elegir entre un abanico de posibilidades, sino a la libertad como manifestación del SER que se ilumina y se abre,  posibilitando, así, la existencia (el "ser ahí" del hombre): el ser del Ser es libertad.
Así, para Heidegger, la esencia del ser será la libertad; la libertad (entendida como apertura para poder ser) será lo apriorístico que se dará antes de la propia existencia.
Tanto Heidegger como Sartre ("l´existence précède l´essence") coincidirán en que la existencia es un arrojamiento previo, apriorístico, a la constitución del Dasein. Pero Heidegger insistirá en que antes de tal arrojamiento ya hay un SER cuya esencia es la libertad. Heidegger, pues, seguirá preguntándose por ese fundamento previo a la existencia, ahora denominado libertad, que, desde su apertura, permitirá la existencia del hombre
Sin embargo, Sartre no considerará dicho condicionante apriorístico (libertad heideggeriana) y defenderá que el ser humano (Dasein) es su propio fundamento, es decir, desde su ateísmo existencial Sartre abogará por un humanismo antropocéntrico que situará al hombre en el centro de todas las cosas y lo erigiría en su propio Dios: el hombre será lo que decida ser él mismo desde el ejercicio de su libertad.

Sartre obvió la cuestión del SER y no se preguntó, desde su humanismo ombliguista, por el sentido del ser. Concluyó, de hecho, que partiendo de la premisa de que Dios no existía, tampoco había lugar a preguntarse por el ser del SER, aquel fundamento apriorístico y previo a la existencia que permitiría, precisamente, el arrojamiento del ser humano en el  mundo ("ser ahí"). El error de Sartre fue, en definitiva, no preguntarse por la cuestión del ser.

Fue más fácil para Sartre obviar la cuestión del ser, pues así pudo sustituir la interpretación teológica sobre la vida (injusta) por otra interpretación humanista (supuestamente más justa). Para ello, Sartre transmutó valores, sustituyendo unos valores heredados de la tradición por otros que se "ajustaban" perfectamente a las exigencias del devenir de la historia. Algo que no se le escapó a Heidegger, gran estudioso y admirador de Nietzsche.

Características del humanismo sartriano (existencialismo ateo):

Primero: Sartre equiparó la idea de Dios con la idea o cuestión del ser (el ser del SER), cuando Heidegger, muy hábilmente, se esforzó en su analítica existencial en no utilizar terminologías que hicieran referencias a la tradición histórica; el ser del Ser no tenía por qué ser Dios. No, al menos, el Dios de las religiones tradicionales.
Segundo: Sartre creyó que el ser humano era el fundamento de sí mismo; creyó que, partiendo de la premisa ("su verdad") de que Dios no existía, solo al hombre le cabía la responsabilidad de ser (hacerse a sí mismo) a través del ejercico de su libertad. Pero, como señalé con anterioridad, el hombre no es libertad, no, al menos, como la concibió Sartre, ya que el Dasein no decide en dos aspectos fundamentales de la existencia: no decide ni cuándo nace (cuando es arrojado a la existencia) ni cuándo muere (cuando dejará de ser). El hombre no puede, por tanto, ser su propio fundamento.

Heidegger criticará y dejará al descubierto las falacias del humanismo sartriano en su célebre "carta sobre el humanismo"; un escrito que, desde mi humilde opinión, no solo supone la "confrontación" de dos concepciones filosóficas, sino que dejará entrever cómo se justifican los valores que determinarán las distintas maneras de gestionar la vida (el mundo) o, como dijera Sloterdijk, de domesticar al ser humano.
Y será en este punto referente a los valores donde Sloterdijk, hoy, nos mostrará que todo supuesto humanismo, como postulara la máxima de los regímenes absolutistas, solo tiene como finalidad aquel consabido "todo para el pueblo pero sin el pueblo".
El único fin hoy, como ayer, consiste en domesticar al ser humano en granjas-escuelas (genial Sloterdijk) pues todo sistema de valores debe imponerse desde un previo condicionamiento adoctrinador. Así, Sloterdijk, recogiendo la herencia de Nietzsche y Heidegger, expone la realidad de una humanidad sumida en la desesperanza y el relativismo, angustiada y nihilista, pero que se autoerige en garante de valores humanistas que le permiten autolegitimarse como la más "democrática" y justa de la historia.
Nietzsche, en su "Genealogía de la Moral", descubrió la transmutación de valores llevada a cabo por la moral judiocristiana. Heidegger comprendió, tras estudiar a Nietzsche, que la supremacía de un valor no radicaba, por tanto, en las bondades absolutas del mismo, sino en que el logos, tradición histórica mediante, lo impusiera a través de la voluntad de poder al conjunto de una sociedad, al conjunto de la humanisdad en última instancia. Pudo, así, señalar y descubrir la misma transmutación de valores que pretendía el humanismo (carta sobre el humanismo).
Y, finalmente, Sloterdijk concluirá que no importará tanto qué valores adopte el ser humano para llevar a cabo su existencia, pues estos serán buenos en tanto así se lo hayan hecho creer en las granjas-escuelas de turno. Lo único que importará será poder domesticar al ser humano; gestionar, en definitiva, la vida en el mundo.
Ante panorama tan desolador y desesperanzador, y tras la proclamación Nietzschiana de que Dios había muerto, no resulta extraño que Heidegger, sin poder llegar a la comprensión última del ser del Ser, concluyera que "solo un Dios podría salvar a la humanidad".